“O cuenta una paya la situación de la mujer gitana o no la cuenta nadie. Y desgraciadamente tiene que ser una paya porque ellos no tienen voz”, esta frase de Arantxa Echevarría, directora de la película Carmen y Lola marca perfectamente la relación histórica del mundo blanco con el pueblo Roma, una relación paternalista, racista y deshumanizante que está basada en una ideología del poder y el racismo. Precisamente por esto la frase de Echevarria desafortunadamente no está aislada, sino más bien está relacionada con cómo históricamente se ha percibido y tratado a mi Pueblo. Es decir, la frase de Echevarria está instalada dentro de los marcos de la blanquitud – una ideología producto de la supremacía blanca. Situados dentro de una estructura de dominación marcada por genocidios y violencias sistemáticas, el Pueblo Roma siempre ha sido tratado como un pueblo sin historia, un pueblo que no puedo ser entendido ni explicado a no ser mediante los blancos, a no ser que ellos se encarguen de hacerlo. Esta relación se ha mantenido por siglos, lo que llevó a que se naturalizara, e incluso se justificara la violencia hacia el cuerpo Romaní. No nos olvidemos de cómo los medios de comunicación han tratado la muerte de nuestro primo asesinado en Rociana, o de cuántas familias gitanas siguen esperando justicia.